Revista Proyexión Guaymas: La Matlacíhua, mujer de la oscuridad

La Matlacíhua, mujer de la oscuridad

sábado, julio 27, 2019



Ulises de la Paz

Era la primavera de 1991, hacia mis primeras prácticas como egresado de diseño gráfico en el departamento de televisión y fotocomposición del gobierno del Estado de Jalisco, allá en la Perla de Occidente, éramos un grupo de jóvenes entusiastas, todos foráneos que fuimos a estudiar allá con la ilusión de abrirnos paso en la competida urbe, la oficina se encontraban en la famosa Plaza Tapatía, muy cerca del teatro Degollado, en donde se escuchaba el hermoso sonido de la orquesta sinfónica que ensayaba por las tardes a veces perdiéndose por el murmullo de las fuentes y el bullicio propio del esos lugares tan visitados.

Como en aquellos años todavía estaba en su apogeo la prensa industrial, me tocaba elaborar originales para las prensas de los distintos periódicos, entratándose de asuntos de comunicación social las entregas eran urgentes y el internet apenas hacía su aparición como algo totalmente desconocido.
Cierta ocasión, nos envolvimos tanto en el trabajo que se nos hizo tarde, mi compañero Alejandro, quien era originario del Estado de Veracruz;y a su vez era encargado de editar videos,me sugirió que nos fuéramos caminando, asi fue como tomamos el par vial de Hidalgo, eso fue antes de que existiera el tren ligero; al haber caminado unas cuadras llegamos donde estaba una hermosa casona antigua, abandonada, y en uno de sus balcones ahí estaba ella: Una hermosa mujer de piel blanca, pelo negro hasta la cintura, semidesnuda, sólo llevaba puesta unas mallas como tipo red, tenía un cuerpo espectacular, estaba de espaldas, nos quedamos boquiabiertos, hipnotizados, estando en ese trance ella se volteó hacia nosostros, cubriendose sus pálidos y protuberantes senos formando una equis con sus brazos, con una mirada tan fría y sin expresión, que sentí que se me erizó el cuerpo, y lejos de huir de nuestras miradas, con toda calma se dió la media vuelta y se dirigió al ventanal en el interior de la habitación caminando de la forma más sensual que jamás había visto, perdiéndose así en la oscuridad. 

Mi compañero se puso frenético ¡La viste Ulises, la viste! me decía al tiempo que intentaba escalar la vetusta herrería llena de ramas secas que protegía la propiedad. ¡Espérate! le grite jalándolo del cinturón ¿No ves que la entrada tiene candado, la cadena está oxidada con polvo y tienen telarañas? era la única entrada, ¡Eso no podía ser real! una mujer tan bella y prolija no encuadraba en esa casona sucia y polvorienta. No niego que también sentí una poderosa fuerza que me impelía a ir, pero tuvo más fuerza la razón, así que mejor decidimos seguir nuestro camino alejándonos sin voltear atrás.

Esta experiencia que tuve en mi juventud no es algo nuevo, ya que desde la época prehispánica,  se dieron historias sobre mujeres fatales que se aparecían en la noche ante los hombres para perderlos o asesinarlos. Desde luego, el gancho que usaban era una la excepcional belleza con la que los atraía, los seducía; y al acudir al llamado, se perdían para ya nunca ser encontrados, o se les localizaba locos, o flotando muertos en algún río.
Uno de los mitos más antiguos lo es el de la Xtabay de los mayas de Yucatán, mujer hermosa que se aparece en las noches de luna, semidesnuda, con larga cabellera y grandes senos; que al aparecerse al hombre lo enloquece de pasión y nunca vuelve a recuperar la razón. La Xtabay controla a los animales, es la señora de las profundidades de la tierra donde se cree desaparece a sus víctimas, quienes no pueden negarse a caer en sus encantos.

Los mayas de Centroamérica tenían entre sus mitos un ente parecido: La Ciguanaba, que desnuda se aparece a los desvelados lavando a la orilla del río, con su larga cabellera y sus bellos senos. Esta aparición no mata a nadie, sólo que al tocarla, se convierte en un arbusto de plátano. Quien vive esta experiencia, enloquece y se dice que sólo se puede cortar el espanto encendiendo un puro, mordiendo un machete, haciendo la señal de la cruz o persignándose.

Los lacandones de Chiapas creen también en la Xtabay. Según su historia, las mujeres xtabay les ofrecieron ser las madres de sus hijos y les mostraban un camino donde se encontrarían, pero cuando los entusiasmados jóvenes seguían aquella senda, descubrían que los conducía a su propia casa. No se los habían llevado para matarlos pero enloquecían para siempre.

En el valle de México y sus alrededores, existe la leyenda de la Matlacíhua o también llamada Matlacinca, bella aparición que se presenta a la orilla de los ríos, llamando con prometedora voz a su futura víctima, y mostrando todos sus encantos mientras los invita a bañarse con ella en el río. Los hombres se dejan llevar por su belleza y la promesa de mil delicias con aquella mujer. Nadie sabe cómo suceden las cosas, pero los que caen en sus brazos, amanecen muertos flotando en el río.

La Matlacíhua también atrae hombres mayores y niños, no sólo jóvenes; y todavía por nuestros días, en los pueblos del valle de México, cada vez que alguien se ahoga en presas, ríos o lagos, la gente se persigna y exclama llena de miedo: ¡Se lo llevó la Matlacíhua!

Pero usted, amigo lector, sepa que, por nuestras tierras áridas no hay este tipo de apariciones; sin embargo hay otras todavía más peligrosas; y ¡Cuidado! porque alguna vez, en los Carnavales, en algún baile, en la plaza o en el paralelo, se cruzará en su camino algún émulo de la Xtabay o la Matlacíhua y tras sonreírle, envolverlo en una mirada, y enredarlo con sus encantos, puede acabar matándolo… ¡Pero dejándolo vivo!

0 comentarios :